De Pueblos Indígenas en Brasil
Foto: Adelino de Lucena Mendes, 2002

Kanoê

Autodenominación
¿Donde están? ¿Cuántos son?
RO 319 (Siasi/Sesai, 2014)
Familia linguística
Kanoe
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Los Kanoê viven relativamente dispersos en la región sur de la provincia de Rondônia, cerca de la frontera con Bolivia, y están divididos en dos grupos que tienen condiciones de vida muy distintas entre sí. La mayoría vive a lo largo de las márgenes del río Guaporé y tiene una larga historia de contacto e inserción en el mundo de los “blancos”. Esto contrasta con la situación de una familia compuesta por solo tres integrantes en el río Omerê, afluente del Corumbiara, contactada por la Funai en 1995 – cuando sumaban cinco personas – y que desde entonces vive en relativo aislamiento. Los dos grupos kanoê, cada uno a su modo, están marcados por historias trágicas que provocaron una significativa disminución poblacional. Hoy en día, luchan por la sobrevivencia física y cultural en una región ocupada en su gran parte por madereros, grileiros (personas que buscan apropiarse de tierras ajenas con documentos falsos) y otros agentes que amenazan la integridad y el usufructo exclusivo de los territorios legalmente destinados a los Kanoê

(actualizado en abril de 2003)

Los Kanoê del río Guaporé

Los Kanoê que habitan las márgenes del río Guaporé dan cuenta de una fuerte inserción en el modus videndi de la sociedad brasileña. Gran parte está casada con personas de otras etnias o con no-indígenas y solo tres individuos conocen la lengua nativa. De acuerdo con el líder José Augusto Kanoê, hay consciencia entre ellos de que son un pueblo indígena unido por un origen común y por vínculos de parentesco, razón por la cual pretenden desarrollar proyectos para recuperar su identidad etnocultural y lingüística.

Gran parte de los Kanoê vive con otras etnias en las Tierras Indígenas Río Branco y Río Guaporé (antiguo puesto indígena Ricardo Franco), y en el municipio de Guajará-Mirim, aunque también ocupan otros lugares de Rondônia. Una familia vive en la Tierra Indígena Pacáas-Novas (puesto indígena Deolinda) y otras en la TI Sagarana, ambas habitadas por el pueblo Wari. En enero de 1997, el kanoê Munuzinho (habitante del puesto indígena Deolinda) especulaba sobre la posibilidad de que un grupo de parientes suyos – de quienes hacía mucho no tenía noticias –   estuviera viviendo en otras partes de Rondônia.

Historia del contacto en el Guaporé

Hay muchos pueblos indígenas en la región sur de la provincia de Rondônia que comparten  aspectos culturales, aunque hablan lenguas distintas. La semejanza cultural que existe entre los grupos hablantes de las lengua Tupi y Jabuti, originarios de la margen derecha del río Guaporé y sus afluentes, hace que ambos sean identificados como parte del “complejo cultural Marico”, nombre de las canastas de distintos tamaños hechas con fibra de tucum (especie de palmera: Astrocaryum vulgare), con puntos pequeños y medianos, confeccionadas solamente por estas etnias (Cf. Maldi 1991:210-11). Las nacientes de los afluentes del medio Guaporé y los afluentes de la margen izquierda del río Pimenta Bueno, por otra parte, fueron habitados por grupos distintos, que en su mayoría no han sido estudiados y pertenecen a una clasificación lingüística desconocida. Sin embargo, también comparten ciertos aspectos culturales característicos de la región, como el consumo de la chicha de maíz en ceremonias y rituales. Los Kanoê forman parte de este grupo.

En el periodo colonial, la región bañada por los afluentes y tributarios occidentales del río Guaporé y del Mamoré – actualmente en territorio boliviano – fue el mayor complejo misionero de la América meridional: la Provincia de Mojos, que también cumplía la función de proteger la frontera del Rey de Castilla. Las sociedades que habitaban la región fueron absorbidas (y en gran medida disueltas) para la defensa de los intereses españoles. Por el contrario, la ocupación de la margen portuguesa del río Guaporé buscó mantener las posesiones indígenas y destruir las misiones. La política indigenista portuguesa en esa región tenía como estrategia – en función de los intereses de los estadistas – no absorber a los indígenas y mantenerlos en sus propios territorios para que ellos mismos actuaran en la defensa de las fronteras.

A fines del siglo XVIII, cuando los movimientos de independencia en las Américas empezaron a definirse y los límites coloniales perdieron importancia, la región se despobló rápidamente. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XIX volvió a ser ocupada por el “ciclo del caucho”. Durante ese periodo, los pueblos indígenas remanentes de las antiguas misiones de Mojos – que ya habían pasado por procesos de disgregación cultural y mezcla poblacional – fueron rápidamente incorporados como mano de obra para la explotación del caucho. Por otro lado, los contingentes indígenas del lado brasileño de la frontera se mantuvieron aislados de la sociedad regional, habitando áreas menos accesibles. Estos grupos – entre ellos los Kanoê – permanecieron en relativo aislamiento hasta principios del siglo XX, cuando fueron contactados por el General Rondon y su comitiva, que recorrían la región de los ríos Pimenta Bueno y Coprumbiara en 1909.

Ese cuadro fue alterado en las primeras décadas del siglo XX, cuando se construyeron numerosos “barracões” (ranchos precarios) para explotar el caucho en la margen derecha del río Guaporé, cuyos propietarios eran en su mayoría bolivianos. Sobre todo a partir de la década de 1930, cuando la demanda por el caucho aumentó en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, el contacto fue intensificado y las aldeas de muchos pueblos fueron invadidas, sus habitantes sufrieron epidemias y hasta fueron obligados a abandonar sus territorios para instalarse en los “barracões”, donde se produjeron diversos matrimonios entre etnias diferentes, lo que colaboró para la disolución de la unidad de los grupos.

Los Kanoê vivían en la margen del río Pimenta Bueno (probablemente habían migrado del río Corumbiara hacia el Leste), cuando, en 1940, fueron casi todos llevados para el río Guaporé y asentados en el antiguo puesto indígena Ricardo Branco (hoy puesto indígena Guaporé) con otras etnias. La acción fue una iniciativa del SPI (Servicio de Protección a los Indios, la antigua Funai) y del jefe de gobierno del territorio del Guaporé, área que posteriormente se transformaría en la provincia de Rondônia.

Según Denise Maldi (1984:110), los indios trasladados fueron sometidos a trabajos indignos en los seringais (terrenos con alta concentración de un tipo específico de árbol para la extracción del caucho, la seringueira, o Havea brasiliensis). La idea era suplir la mano de obra perdida con las epidemias, pero el puesto indígena finalmente no tenía estructura para recibir a los recién llegados. Puesto que no había cultivos, los indígenas pasaban todo el tiempo en los seringais y se alimentaban con la comida de los caucheros: charqui, arroz, frijoles y harina de yuca. Poco tiempo después, contrajeron sarampión y el índice de mortalidad fue tan alto que los Kanoê casi desaparecieron. A partir de ese episodio y durante toda la segunda mitad del siglo XX, la ocupación del río Guaporé tuvo como consecuencia una serie de masacres de indígenas.

En las décadas de 1960 y 1970, particularmente durante la dictadura militar, los terratenientes – muchos beneficiados por “certificaciones negativas” – rápidamente derribaron la selva, sembraron pasto y edificaron construcciones para dar prueba de l  la ocupación y el uso de esas tierras. Incluso, muchas veces esos propietarios utilizaban mano de obra esclava o parcialmente esclava de indígenas y no-indígenas.

La cultura de muchos grupos indígenas del sur de Rondônia ha permanecido poco documentada debido a ese contexto adverso que persiste hasta hoy. Según el antropólogo Luiz Fernando Machado de Souza (responsable por el informe de identificación de la Tierra Indígena Omerê), esos pueblos se encuentran en constante estado de amenaza por la presencia de madereras en las tierras de ocupación tradicional indígena.

El lingüista Laércio Nora Bacelar registró la historia de los Kanoê durante una investigación de campo entre 1991 y 1997. Según los testimonios de Munuzinho Kanoê y Maria Atiminaké, los Kanoê o Kapixanã habitaban malocas extensas en las márgenes del igarapé (brazo estrecho de río característico de la cuenca amazónica y que corre dentro de la selva) Kauruá, en la región de los ríos Carvão y Machado, al Sur de la provincia de Rondônia. Munuzinho atestigua que en su infancia vivían desnudos, cultivaban maíz, algodón, taioba (verdura de la familia botánica Araceae), maní y habas, y también practicaban la caza y la pesca. Eran considerados “bravos” y con el tiempo se “amansaron” con el contacto con los “blancos” por la acción de los misioneros, sobre todo después de la muerte del último tuxaua (cacique), cuando el grupo se dispersó definitivamente.

El contacto con los “blancos” trajo consigo muertes y enfermedades. Munuzinho Kanoê, por ejemplo, perdió uno de sus ocho hijos por tos ferina, dos por sarampión, uno por “bicho de estómago” y una de sus hijas desapareció en Porto Velho, la capital de la provincia, sin que nadie pueda saber si está viva o muerta. La esposa de Munuzinho falleció después del último parto.

El contacto también les trajo – además de la muerte por enfermedades para las cuales no tenían defensas o curas por medio de su medicina tradicional o pajelanças – la muerte debido a armas de fuego, sobre todo en conflictos con madereros, jagunços (milicias armada de los terratenientes), mineros, entre otros. A esto, se suman las tensiones con otros pueblos indígenas por la posesión de las tierras de la región, ocupadas cada vez más por los “blancos”. Estos factores contribuyeron para que el número de mujeres sobrepasara mucho el de los hombres y, en la estructura social de los Kanoê, el matrimonio entre ellos se tornara inviable. Frente a este problema, las mujeres empezaron a casarse con hombres de otras etnias (Aikaná, Jabuti, Mekém, Makurap, Cujubim etc.) y a seguir a sus maridos. La desintegración final de los Kanoê ocurrió con la muerte del último tuxaua (cacique), padre de Teresa Piraguê, pues ya no había un hombre que pudiera, según las tradiciones del grupo, ocupar el puesto del fallecido líder.

Munuzinho recordó en uno de sus testimonios – aunque sin precisar fechas y con lapsos de memoria y digresiones – un periodo probablemente entre las décadas de 1950 y 1960 en que él y su pueblo fueron a trabajar en una hacienda donde fueron sometidos a un proceso brutal de explotación, esclavización y vigilancia por jagunços. En este lugar, un niño kanoê de 11 años habría sido violado por dos jagunços, hecho seguido de una rebelión por parte de los Kanoê en contra tal atrocidad. Uno de los violadores y algunos Kanoê habrían muerto en el conflicto. El otro violador habría logrado huir para Porto Velho y habría sido perseguido hasta allá por el padre del niño, quien, sin embargo, jamás volvió.

La intensa expansión agropecuaria en la provincia de Rondônia en las últimas tres décadas ha ocasionado muchas muertes y ha contribuido a la disgregación de los pueblos indígenas del río Guaporé (Kanoê, Arikapu, Jabuti, Puruborá, Kwaza, Mekém etc.). Reducidos a solo algunos sobrevivientes, están perdiendo su identidad lingüística y sus tradiciones culturales. Sin embargo, como señala Maldi, en medio de este escenario desalentador, irrumpe una nueva realidad social a partir de la intensificación de las relaciones interétnicas. En la Tierra Indígena Guaporé, algunos aspectos culturales actúan como un mecanismo de integración entre los distintos grupos, como por ejemplo la chica de maíz, consumida de forma alternada entre huéspedes y anfitriones, y el xamanismo (conjunto de ceremonias espirituales), con la actuación de etnias diferentes en la aspiración del polvo angico (de acacia) y en las ceremonias de cura.

Los Kanoê del río Omerê

Los Kanoê del río Omerê, al contrario de los del río Guaporé, se encuadran en la categoría de “indios aislados” definida por la Funai. El Frente de Contacto (hoy Frente de Protección Etnoambiental) del órgano estatal logró contactarlos en 1995, luego de diez años de múltiples intentos. El grupo estaba constituido en aquel entonces por una única familia: Tutuá, la madre de aproximadamente 50 años; Txinamanty, una hija de cerca de 30 años; Purá, otro hijo que aparentaba 25 años; y dos nietos, uno de ellos llamado Operá, cuyo padre es Kunibu, el cacique de los Akuntsu (otro diminuto grupo indígena “aislado” del río Omerê). El otro nieto nació en los comienzos de 2002. En el inicio del 2003, contrajeron malaria y fallecieron la vieja Tutuá y el niño Operá, entonces con siete años.

La familia habla solo el Kanôe y ha logrado refugiarse del contacto directo con el “blanco” en una porción de selva protegida dentro de una hacienda, aunque el grupo podría haber desaparecido debido a posibles masacres.

En 1943, Estanislau Zack registró en un informe a la Comitiva Rondon que había indios Kanoê ubicados en la margen izquierda del río Omerê, afluente de la margen izquierda del río Corumbiara (Cf. Maldi, 1991:263). Mucho tiempo después, en mediados de la década de 1970, la Funai fue informada sobre la posibilidad de existencia de grupos indígenas aislados en la región de Corumbiara.

En 1984, algunos relatos señalaban la presencia de indios en partes de selva protegida al interior de haciendas. Esas propiedades estaban siendo deforestadas para el comercio de madera y para la formación de campos agropecuarios, aunque los propietarios de tierra afirmaban que no habían más indígenas en la región. En 1985, fue creado el Frente de Contacto que inició oficialmente los trabajos de aproximación con los indígenas; en 1986, fue interceptada un área de 63.900 ha de superficie y 103 km de perímetro para atraer a los indios aislados. Desde ese momento, los hacendados no han parado de dificultar el proceso de contacto: empezaron a destruir los indicios de indios en la región, a construir rutas y usar tractores y esteras como forma de intimidar los funcionarios del frente. Sin embargo, por medio de incursiones aéreas y terrestres, el equipo encontró las evidencias necesarias, como cultivos, ranchos, armadillas e indumentaria indígena.

Los indigenistas también recogieron varios testimonios de indios y trabajadores de las haciendas. Algunos peones afirmaban que llegaron pistoleros a matar a los  indígenas cuando estos intentaban impedir los derrumbes en la selva. Una india sabanê (una rama nambiquara) relató la visita de tres indios desconocidos: un viejo, una vieja y una muchacha de aproximadamente 13 años. Los desconocidos estaban armados con arco y flecha y llevaban una canasta mamaindê (nambiquara) que habían encontrado en la margen del río, una calabaza con miel y otra con collares de cuentas negras. También llevaban una piedra y un palo con artefactos para hacer fuego. Contaron que venían buscando dos compañeros desaparecidos desde la semana anterior, luego de que un tractor avanzara sobre sus casas y destruyera sus cultivos.

En mayo de 1986, el juez federal de Porto Velho aprobó un Mandato de Seguridad de la parte de los hacendados que pedía la suspensión de la medida del presidente de la Funai de interceptar el área. El órgano indigenista apeló la decisión y el terreno se mantuvo protegido. Luego, el sertanista (explorador que avanza hacia el interior del país) Sidney Possuelo fue designado para coordinar los trabajos de localización de los indígenas. En su informe, Possuelo señaló que el área estaba profusamente recortada por rutas en todas las direcciones para el transporte de madera y que había un gran movimiento de camiones, centenas de trabajadores, aviones sobrevolando la región todo el tiempo y deforestaciones de más de 30 km de largo. A partir de estos datos, Possuelo concluyó que el área donde había la mayor cantidad de indicios indígenas había sido totalmente destruida y que un grupo indígena muy reducido habría abandonado el área por las circunstancias adversas. En diciembre del mismo año, se levantó la prohibición en el área y se reintegró la posesión del terreno a los hacendados. Sin embargo, Marcelo dos Santos y Altair Algayer, otros indigenistas del Frente de Contacto, no desistieron de las investigaciones.

En los años siguientes, los dos siguieron buscando extra-oficialmente, reunieron evidencia, formularon hipótesis y doblegaron los obstáculos presentados por los madereros, grileiros (personas que buscan apropiarse de tierras ajenas con documentos falsos) y agropecuarios. En 1993, los indigenistas pasaron a contar con un valioso recurso: imágenes de satélite recientes posibilitaban el cruce preciso de las evidencias acumuladas sobre la presencia de indios con las manchas de selva remanentes de la deforestación de los hacendados. Empezó, entonces, un trabajo sistemático de rastreo. En las dos primeras expediciones, no encontraron nada. En la tercera, las evidencias se revelaron y, finalmente, localizaron un punto rojo en una imagen de satélite (señal de deforestación) del tamaño de una cabeza de un alfiler en medio a una mancha verde de selva de seis kilómetros por cuatro kilómetros. Luego de marcar las coordenadas, confirmaron la localización de la aldea.

Un mes después, en septiembre de 1995, prepararon una nueva expedición, seguros de que podrían contactar a los indígenas. Convocaron periodistas y, auxiliados por una brújula, encontraron la aldea cuatro días después. Los primeros contactos fueron bastante divulgados por la prensa, principalmente en el diario O Estado de S.Paulo, en la revista Veja y en el programa Fantástico, de la TV Globo, con imágenes producidas por Vicent Carelli, antropólogo y cineasta del CTI (Centro de Trabajo Indigenista/SP) que seguía el caso desde los años 80.

Según el relato de Pablo Pereira, periodista del diario O Estado de S.Paulo presente en la ocasión, de lo alto de una barranca surgieron dos indígenas cubiertos con adornos. Se los veía temerosos. El varón, con cerca de 1,60 metro de altura; la mujer, baja, piel oscura, pies descalzos, cargados de arcos y flechas. Ellos conversaban en voz alta en una lengua desconocida. Por medio de gestos, los integrantes del Frente de Contacto intentaban mostrar que la visita era pacífica. Los primeros pasos de la pareja fueron desconfiados. La mujer inició una ceremonia en que parecía agarrar los malos espíritus del aire y soplarlos hacia el interior de la selva. Luego, se aproximaron y tocaron los brazos y manos de los blancos. La mujer temblaba, el hombre balbuceaba un sonido incomprensible. En otro momento, todos se rieron. Los dos indicaron la presencia de otro grupo de indígenas en la misma área, a quienes se referían como “Akuntsu”. Efectivamente, un mes después, se logró contactar a los Akuntsu.

Después de comprobado el contacto, el área fue protegida con una prohibición de acceso por la segunda vez en diez años. Los hacendados reaccionaron inmediatamente y intentaron difundir la versión de que el contacto informado por la Funai era falso, con actores que se hacían de indios. Fueron hasta la aldea de los recién contactados, acompañados de indios Cinta Larga para grabar una contra-prueba en video. Después, solicitaron una opinión sobre la veracidad de las cintas grabadas por los hermanos Villas-Bôas y se las enviaron a los oficiales responsables acompañadas de un aparato de video cassete nuevo de “regalo”. Los indigenistas prefirieron ver los videos en su antiguo aparato y comprobaron tanto la veracidad del material de Carelli como el fraude de las imágenes grabadas por orden de los hacendados, con preguntas y reacciones inducidas. El “regalo” fue devuelto intacto.

Después de ese episodio, la policía federal en Rondônia empezó a investigar una denuncia de intento de genocidio en contra de los indios. La acusación afirmaba que los hacendados llevaron indios Cinta Larga con gripe para entrar en contacto con los Kanoê, que todavía no se habían inmunizado contra la gripe.

A partir de ahí, el contacto entre el equipo de la Funai y los indios se volvió más frecuente, aunque todavía faltaba identificarlos etnolingüísticamente. En el primer contacto, la Funai no poseía intérpretes indígenas. A partir de grabaciones de los Kanoê realizadas por Vincent Carelli, intentaron conseguir intérpretes de la lengua mequém – otro pueblo cuyos sobrevivientes también viven en áreas indígenas localizadas en Rondônia –, pero la iniciativa no tuvo éxito.

La indigenista Inês Hargreaves hizo una lista con 123 palabras a partir del contacto con dos indias del grupo, lo que permitió al lingüista del Museo Goeldi de Belém (capital de la provincia del Pará), Nilson Gabas Jr. establecer una gran proximidad de esas palabras con la lengua kanoê. Rápidamente localizaron a un señor de 70 años en la TI Guaporé que hablaba el kanoê fluidamente, aunque esa lengua había sido considerada prácticamente extinta por los lingüistas. Munuzinho Kanoê entendió muy bien las grabaciones y con las respuestas de los indios a su contacto, finalmente pudieron ser identificados como Kanoê.

Se construyó un campamento de la Funai en la entrada de un área de selva protegida, en las márgenes de un pequeño igarapé (brazo estrecho de río característico de la cuenca amazónica y que corre dentro de la selva), afluente del río Omerê. Un equipo médico y otro de dentistas empezaron a visitar la aldea cada mes y una ayudante de enfermería, con capacitación para solucionar emergencias, hacía guardia en el campamento durante tres semanas continuas por mes. También hay un funcionario responsable de la protección de los indios en la ausencia del jefe y en eventuales interferencias de curiosos o intrusos (como vaqueros, madereros y explotadores de palmito). Ese funcionario también vigila y protege el campamento contra posibles represalias de la parte de los hacendados y madereros molestos.

Historias previas al contacto oficial

En relación con la historia particular de los Kanoê del río Omerê, a principios del año de 1996, los funcionarios del Frente de Contacto Marcelo do Santos y Altair Algayer usaron a Munuzinho Kanoê como intérprete y recogieron los primeros testimonios del grupo. La historia del grupo hasta su reducción a una única familia, la de Tutuá, puede ser resumida de la siguiente manera:

El grupo, en ese entonces, contaba con aproximadamente 50 personas, de las cuales la mayoría eran mujeres y algunos niños. Un día, los varones se reunieron y decidieron partir en una expedición para buscar otros pueblos con los cuales pudieran negociar algunos matrimonios. Todos los hombres kanoê, adultos y niños, partieron en la misión. Las mujeres quedaron solas con los más chicos. El agobio entre las mujeres aumentaba a medida que el tiempo pasaba y los hombres no volvían. Decidieron, finalmente, salir en busca de ellos. Tres o cuatro días después, volvieron con la trágica noticia: sus maridos e hijos habían sido asesinados. Las mujeres, en pánico y sin perspectiva, optaron por el suicidio colectivo. Prepararon un veneno, se lo dieron a los chicos y luego lo tomaron ellas mismas. Tutuá, sin embargo, cambió de idea al ingerir el veneno y encontró fuerzas para luchar por su vida: vomitó e hizo con que sus hijos –  Txinamanty y Purá –, su hermana y su sobrina (Aimoró) también expelieran el veneno.

Los Kanoê del río Omerê fueron de este modo reducidos a dos mujeres adultas y tres niños. La hermana de Tutuá, sin embargo, ya no era la misma. Enloquecida, no podía creer que los hombres habían muerto, entregó su hija a los cuidados de Tutuá y partió sola en busca de su marido y de los otros hijos. Tutuá intentó disuadir sin éxito a su hermana, , y nunca más tuvo noticias de ella.

Tutuá se refugió en la selva y cuidó sola a sus hijos y a la sobrina, aunque luego de conocer a los Akuntsu, intentó aproximarse a ellos con la esperanza de darles a sus hijos y a la sobrina la posibilidad de matrimonio. Sin embargo, la relación entre los dos grupos aislados no siempre fue de amistad, no solo por la barrera de la lengua, sino por las agudas diferencias culturales entre ellos. Según el material rescatado por Marcelo dos Santos a partir de la actuación de Munuzinho como intérprete, Tutuá Kanoê afirma que siempre intentó aproximar sus hijos a los de Akuntsu, con la idea de que Kunibu, el cacique akuntsu, cediera una de las muchachas para casarse con su hijo Purá. Al mismo tiempo, Tutuá esperaba que su hija Txinamanty y su sobrina Aimoró se embarazaran de Pupaki, un muchacho akuntsu, o del cacique mismo. Los intentos no tuvieron éxito, pues siempre que se aproximaban, surgían tensiones y amenazas de muerte a los Kanoê – que de hecho se concretaron. Los Akuntsu asesinaron a Aimoró debido al carácter nervioso y agresivo de ella, episodio que agudizó las riñas entre los dos pueblos, pero no impidió que Txinamanty Kanoê tuviera, en 1996, un hijo del cacique Kunibu. El muchacho kanoê sobreviviente cedió su nombre – Operá (“onça”) – al recién nacido y adoptó otro, Purá (“cigarra”).

Los Kanoê entristecieron aún más con la muerte de Aimoró, pues aparte de pajé (líder espiritual) del grupo, ella era la que tenía el espíritu más festivo y organizaba algunos pocos rituales que todavía practicaban. La familia kanoê siguió intentando aproximarse de los Akuntsu, no obstante la tensión entre ellos. Los indigenistas intentaron controlar la tensión creciente y sugirieron a los Kanoê que mudaran su aldea de lugar hacia la otra parte de la selva protegida, en las márgenes del igarapé (brazo estrecho de río característico de la cuenca amazónica y que corre dentro de la selva) Omerê, a cerca de 3 km del campamento de la Funai.

Lengua

Mulher kanoê com seu filho. Foto: Ineke Holtwijk, 2003.
Mulher kanoê com seu filho. Foto: Ineke Holtwijk, 2003.

Solo siete personas hablan la lengua Kanoê, también conocida como Kapixaná (Kapishana) o Kapixanã. En la región sur de la provincia de Rondônia todavía sobreviven 40 lenguas indígenas, la mayoría relacionada a ocho macro familias y diversas lenguas “aisladas”, o sea las lenguas aún no clasificadas en términos de parentesco con otras lenguas o familias lingüísticas.

De los siete hablantes del Kanoê, tres señores mayores habitan las márgenes del río Guaporé, en una región caracterizada por un antiguo e intenso contacto con la población regional no necesariamente indígena. De los demás integrantes, cerca de 87 personas hablan solo el portugués (en el 2002). El grupo del río Omerê, contactado en 1995, está reducido a una única familia de cuatro integrantes que hablan solamente el Kanoê.

La lengua Kanoê ha sido clasificada como “aislada” (ver Rodrigues: 1986 e Adelaar: 1991), aunque  Greenberg (1990: 34, 49,55) la relaciona con la lengua Kunsa y el lingüista Price (1978) con las lenguas de la familia Nambiquara. Efectivamente, Greenberg (1997: 94-98) presenta algunas evidencias de que el Kanoê podría pertenecer al tronco Macro-Tucano, aunque no son suficientes para asegurar la clasificación. Del punto de vista de la tipografía, el Kanoê es una lengua aglutinante, o sea, cuyas palabras, principalmente los verbos, son formadas por secuencias de partículas significativas.  

Perfección y hospitalidad

Los Kanoê no son muy corpulentos y la estatura mediana es de 1,70 m. El grupo del río Omerê usa el pelo bien corto, debido a que Munuzinho Kanoê afirmó que sus parientes eran conocidos como “cabeza seca”.

Aunque en la actualidad los Kanoê vivan en relativa tristeza, debido a las precarias condiciones de vida sin ninguna perspectiva, son amables y receptivos. El grupo del río Omerê se caracteriza por una aguda voluntad de  perfección, que puede ser percibida en la cultura material y en la manutención de la aldea. El patio está siempre limpio y barrido, así como el sendero que lleva al igarapé (brazo estrecho de río característico de la cuenca amazónica y que corre dentro de la selva). El camino que lleva a la aldea también está muy bien cuidado para que los funcionarios de la Funai o los integrantes de los equipos médico y de odontología puedan acceder a la aldea en motocicleta. Cuando algo amenaza con obstruir el camino o impedir el acceso de vehículos, Purá viene a limpiarlo, aplanarlo, o incluso a quemar un árbol caído.

Cada uno parece tener su lugar definido en la maloca central, el lugar donde duermen y cuyo techo les sirve de cocina. En las visitas a la aldea, siempre se sentaban en las mismas posiciones cuando estaban todos presentes y reunidos: la madre Tutuá, siempre al lado izquierdo de la cocina;  Txinamanty, de frente a su madre, siempre en una extremidad del área de la cocina, cuidando o alimentando a su hijo Operá; Purá, en la otra mitad de la cocina, donde también amarran a los cerdos para alimentarlos.

Los Kanoê son amables y hospitalarios con sus visitantes. Luego de la llegada de una visita, le ofrecen una taza grande de chicha de maíz, fría y refrescante, levemente endulzada. Después del contacto con la Funai, solo toman agua filtrada y preparan la chicha y otras bebidas con agua tratada en filtros de barro con arcilla porosa (típicos de las casas brasileñas). La Funai les donó estos aparatos para que se protegieran de enfermedades provenientes de la contaminación de las aguas del igarapé Omerê. A los Kanoê también les gusta regalar algo a los visitantes cuando se van, en general bananas. Del mismo modo, cuando visitan el campamento de la Funai, siempre llevan algo, como un pescado, un trozo de carne de caza o frutas.

Actividades productivas

Los Kanoê son agricultores, cazadores, pescadores y recolectores. Crían gallinas y caititu (suerte de jabalí más pequeño), cultivan mandioca, caña de azúcar, maíz, cará (especie de tubérculo), patata, maní y tabaco. También plantan banana, mamón-papaya y ananá.

Los lugares donde están sus cultivos son cuidadosamente deforestados, quemados, limpios y labrados. Las plantaciones parecen organizadas en sectores específicos: caña de azúcar de un lado, mandioca de otro, maní más allá. Este mismo cuidado le dedican a los animales que crían: las gallinas tienen un alambrado de protección; los caititus tienen su choza de madera y hojas de palmera trenzadas, además de una puerta que los protege de otros animales carnívoros, en particular de los onças por la noche. Cuando sus cultivos no producen mucho, los Kanoê aprovechan los cultivos del campamento de la Funai, de donde sacan mandioca y cará, colectan mamones y cocos. La relación entre los Kanoê y los funcionarios de la Funai es amistosa y cortés.

Otro aspecto característico de los Kanoê es la buena disposición para el trabajo. La vieja Tutuá despierta siempre muy temprano y, con un machete, arco y flecha y una canasta a la espalda, sale en busca de cachos de coco cerca del campamento, área en que hay muchas palmeras. Después de cosecharlos, arranca cada fruto de los cachos, los pone en la canasta y vuelve a la aldea. Va cargada de mucho peso, pero aún así camina los cerca de 3 km observando si aparece alguna presa. Ya en la maloca, tuesta los cocos en las brasas del fuego, con un cuchillo les saca la pulpas cocidas y se las va tirando de a poco a los cerdos, para que se alimenten. La tarea es diaria, repetitiva, sin embargo Tutuá parece siempre bien dispuesta a hacerla.

Cultural material

Los Kanoê del río Omerê usan como adorno, incluso antes de los primeros contactos con el Frente de la Funai, varios collares multicolor hechos con material plástico. También usan un sombrero típico que tiene la misma forma de los sombreros regionales, pero es confeccionado con tallos de palmera entrelazados y cintas decorativas de lona plástica negra. Antes del contacto también ya solían usar algunas prendas de ropa con tela industrial (provenientes de sacos de yute), hechas por ellos mismos. También se encontraron en su aldea algunos objetos utilitarios como tenedores y cuchillos de metal, recipientes de aluminio y embalajes plásticos de diversos productos. Los Kanoê recogían estos materiales en sus incursiones en la selva, probablemente dejados en campamentos de madereros, caucheros y explotadores de palmitos. Luego de la visita de Munuzinho Kanoê, pidieron ropas y calzados, que les fueron entregados. Tutuá es la única que anda con el pecho desnudo parcialmente cubierto por una buena cantidad de collares superpuestos, unos de material plástico, otros de conchas y semillas.

Los collares de material plástico son compuestos de piezas en forna de trapecio o circulares, unidas por hilos encerados hechos con fibra de tucum (tipo de palmera) o algodón. Estas piezas parecen ser recortadas de viejos tachos de plástico, dejado por los madereros y explotadores de palmito en las reservas de selva o campos de cultivo. Los collares también son un ejemplo de la perfección de los Kanoê pues se nota que las piezas tiene todas exactamente la misma forma y diseño, además de estar parcialmente superpuestas en solo un color o con alternancia de colores – composiciones en que predominan el naranja y el blanco y cuyo efecto visual es muy bello. Los collares tienen pendientes del mismo material plástico, forma y tamaño. Las mujeres, Tutuá e Txinamanty, usan aros blancos, mientras Purá, el muchacho, aros rojo-anaranjados. También usan, a veces, dos largas plumas de guacamayo, encajadas en un pequeño botoque (tipo de expansor de piel y adorno común en los labios, orejas o nariz de algunos pueblos) de hueso de tucum, puesto en un agujero en la nariz.

La indumentaria kanoê se completa con una guirnalda de fibras de buriti (tipo de palmera) sueltas; pulseras diversas, algunas similares a los collares; canilleras y tobilleras de paja trenzada o tela. Los más jóvenes portan estos adornos por arriba de la camisa.

Los Kanoê no siempre usan todos estos adornos cuando están en la aldea, aunque los collares, la guirnalda de buriti y las pulseras parecen indispensables todo el tiempo. Si alguien se aproxima, los Kanoê inmediatamente se ponen el sombrero o, por lo menos, una gorra. Por otro lado, cuando visitan el campamento de la Funai, casi siempre se visten con todos sus adornos, incluso las plumas de guacamayo transversales en la nariz.

El sombrero se confecciona de dos maneras. Uno de los modelos es enterizo, hecho con trenzado de paja de tallo de hoja de palmera, principalmente buriti, y con la ala fija. El otro tipo de sombrero tiene el mismo modelo, pero es compuesto de dos piezas independientes. La primera es una gorra en forma de medio círculo, hecho a partir de pedazos triangulares de cuero animal o tela, unidos y cocidos a mano, con mucho cuidado. La segunda pieza es la ala circular suelta, a la medida de la cabeza del usuario, trenzada con tallos finos de tacuara envueltos por estrechos pedazos de cinta de lona plástica negra, unidos por paja de buriti de manera que el diseño quede regular. En el remate final, las puntas de tacuara son unidas por una amarra hecha con fibras de paja de hoja de buriti. En el remate, son encajadas largas plumas de guacamayo, principalmente las rojas. Esta ala suelta se encaja en la cabeza después de puesta la gorra y da la impresión de que es un sombrero entero. Muchas veces en la aldea usan solo la gorra.

La perfección de los Kanoê también se puede observar en la confección de flechas y adornos. Purá posee una bolsa de cuero en la cual guarda todo el material que necesita para la confección de arcos y flechas. Las plumas son cuidadosamente separadas en conjuntos por tipo y color, unidas por hilos encerados hechos con fibra de tucum. En la misma bolsa, Purá guarda los estoques de hilos vegetales o material plástico deshilado, cuidadosamente enrollados, así como cera de abeja con los cuales impermeabiliza los hilos y las ataduras de las plumas y del pico de la flecha.

La aldea kanoê del río Omerê posee cinco viviendas sin divisiones internas o ventanas, solo tienen una puerta adelante y otra atrás. El techo está compuesto de dos aguas que se extienden hasta el suelo y que se sostienen sobre una estructura de troncos. Las malocas son cubiertas de açaí (palmera Euterpe oleracea) o de inajá (palmera Pindarea concinna). El piso es cuidadosamente barrido y nivelado al interior y alrededor de las casas.

Los Kanoê del Omerê también realizan rituales (pajelanças – ceremonias de cura conducidas por el pajé – y ceremonias) en los cuales toman polvo angico (de acacia). Según Maldi, es común entre los pueblos indígenas de esta región que los xamãs (líderes espirituales) actúen bajo este alucinógeno: las semillas de angico son maceradas hasta se transformaren en polvo y mezcladas con un tipo especial de tabaco, cultivado para esa finalidad. Los xamãs también utilizan un léxico especial, aparentemente incomprensible para los no iniciados, y lo recitan durante la cura. La xamã del grupo del Omerê es Txinamanty, quien realiza trabajos de cura y trata los pequeños problemas cotidianos.

Fuentes de información

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  • BACELAR, Laércio N.; SILVA JÚNIOR, Augusto R. A negação e a litotes na língua Kanoê. Signótica: Revista do Mestrado em Letras e Lingüística, Goiânia : UFGO, n.9, 1998.

 

  • MALDI, Denise. O complexo cultural do Marico : sociedades indigenas dos rios Branco, Colorado e Mequens, afluentes do Médio Guaporé. Boletim do MPEG: Antropologia, Belém : MPEG, v.7, n.2, p.209-69, dez. 1991.

 

  • --------. Populações indígenas e a ocupação histórica de Rondônia. Cuiabá : UFMT, 1984. 149 p. (Monografia Curso de Especialização)

 

  • MINDLIN, Betty. Antologia de mitos dos povos Ajuru, Arara, Arikapu, Aruá, Kanoe, Jabuti e Makurap. São Paulo : Iamá, 1995. 67 p.

 

  • SAKAMOTO, Leonardo. O último sobrevivente : equipe da Funai tenta contatar indígena que vive sozinho. Problemas Brasileiros, São Paulo : SESC, n. 338, p.18-20, mar./abr. 2000.

 

  • SANTOS, Marcelo dos. Índios acossados em Rondônia. In: RICARDO, Carlos Alberto (Ed.). Povos Indígenas no Brasil : 1991/1995. São Paulo : Instituto Socioambiental, 1996. p.550-3.

 

  • --------. Os “isolados” de Rondônia. In: RICARDO, Carlos Alberto (Ed.). Povos Indígenas no Brasil : 1996/2000. São Paulo : Instituto Socioambiental, 2001. p.594-5.

 

  • VALADÃO, Virgínia. Os índios ilhados do Igarapé Omerê. In: RICARDO, Carlos Alberto (Ed.). Povos Indígenas no Brasil : 1991/1995. São Paulo : Instituto Socioambiental, 1996. p.545-9.

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